Entre 1977 a 1992, Mozambique se vio afectado por una cruenta guerra civil. Y para financiar ese conflicto enquistado, ambas partes acabaron recurriendo a uno de sus recursos naturales más preciados: sus elefantes.
El marfil robado a los animales sirvió para comprar armas y municiones. Como consecuencia de esta intensa caza furtiva, la población de elefantes del Parque Nacional Gorongosa, situado en el centro del país africano, se redujo en un 90 por ciento.
Ese fue el daño más evidente. Pero un estudio publicado la pasada semana en la revista Science arroja luz sobre otro impacto no deseado de aquella guerra: en las últimas décadas, una proporción inusitadamente alta de elefantas están naciendo sin colmillos en Gorongosa.
¿Selección natural o casualidad?
La falta de colmillos ocurre de forma natural, pero generalmente afecta solo a una pequeña minoría de elefantes, casi siempre hembras. En la década de 1970, por ejemplo, solo el 18,5% de las elefantas de Gorongosa no tenían colmillos. Tres décadas después, el porcentaje se había disparado hasta el 51%.
“Durante la guerra, Gorongosa fue esencialmente el centro geográfico del conflicto», explica Ryan Long, profesor asociado de ciencias de la vida silvestre en la Universidad de Idaho y uno de los autores del estudio. “Hubo una gran cantidad de soldados en el área y mucha motivación asociada para matar elefantes y vender el marfil para comprar armas y municiones. El nivel resultante de caza furtiva fue muy intenso”. De ahí surgió la pregunta: ¿podría esa amenaza, mantenida durante décadas, tener algo que ver en el creciente número de elefantes sin colmillos?
El estudio muestra que a medida que la población de elefantes cayó drásticamente, se triplicó la frecuencia de hembras sin colmillos.
El análisis estadístico evidenció que, durante los 28 años que duró el estudio, las hembras de Gorongosa sin colmillos tenían más de cinco veces más probabilidades de sobrevivir que sus contrapartes hembras con colmillos.