La próxima vez que no sepa exactamente dónde ha dejado las llaves, dónde estacionaste el coche o dónde guardó las gafas, no renuncie a su memoria: los humanos somos sorprendentemente buenos a la hora de recordar dónde y cuándo vimos los objetos por última vez.
Esta es la principal conclusión de un estudio realizado por investigadores del Brigham and Women’s Hospital (Boston, Massachusetts) tras hacer una serie de experimentos sobre la memoria.
El estudio sugiere que las personas tienen una “memoria masiva espacial” (SMM) que le ayuda a recordar dónde se encuentran los objetos y una “memoria masiva temporal” (TMM) para saber cuándo las vio por última vez y las dos funcionan muy bien.
Los resultados se publican este lunes en la revista Current Biology.
Para hacer el estudio, el equipo pidió a unos voluntarios que recordaran una serie de objetos colocados en una cuadrícula de 7 por 7 y cada objeto se resaltaba durante dos segundos enmarcándolo con un cuadrado rojo alrededor.
Después, se retiraban todas las imágenes y se evaluaba su capacidad para recordar si habían visto un objeto antes y, en caso afirmativo, dónde estaba situado en la cuadrícula.
“Era como el juego de la memoria al que muchos de nosotros jugábamos de niños, en el que dábamos la vuelta a una carta e intentábamos recordar la ubicación de la carta correspondiente que habíamos visto antes”, explica Wolfe.
“Pero a diferencia del juego de los niños, no nos limitamos a contar la respuesta ‘correcta’ exacta. También medimos cuánto se acercaba el participante a la imagen vista anteriormente”, apunta el investigador.
En total, los voluntarios vieron 300 objetos distintos y, sin embargo, muchos recordaron la ubicación de más de 100 elementos y recordaron exactamente en qué celda estaban o señalaban la de al lado (un margen de error mínimo).
En un experimento posterior, mostraron a los participantes objetos de uno en uno y se les pidió que hicieran clic en una pantalla cuando vieran el objeto.
Los participantes localizaron el 60-80 por ciento de los objetos con una notable precisión y rapidez.
Los autores creen que hacen falta más experimentos para definir los límites superiores de la memoria masiva o para investigar otros temas, como los posibles efectos del género en la memoria.
Entender qué podemos recordar con más facilidad podría ayudarnos a aprovechar al máximo nuestra memoria.